Octavario a Cristo Rey IV

Beato Martín Martínez

Esto es la santidad: la renuncia a los propios designios, incluso a los propios ideales de santidad, para que se realicen en nosotros los de Cristo. Jesús, en efecto, tiene actualmente sus planes sobre nosotros, y nosotros no concebimos ni siquiera remotamente su grandeza, ni lo que es un obstáculo para que puedan convertirse en realidad.
Nuestros planes obstaculizan los suyos. El menor afecto desordenado que se mantenga en el corazón es un gran impedimento para nuestra consagración a Jesucristo.
No es fácil, pero debemos procurar hacer todo lo posible, con la gracia del Espíritu Santo: "Veni sanctificator, omnipotens, aeterne Deus et benedic hoc sacrificium tuo sancto nomini praeparatum" [...] Consagración es ponerse totalmente a disposición de Cristo: acto serio y bien meditado. Como el cáliz ungido y consagrado por el obispo servirá sólo para el servicio del altar, tanto que el hacerlo servir para otro uso es sacrilegio; de un modo semejante la persona que se consagra al amor de Jesús debe dedicarse, ya para siempre, al oficio de cumplir su voluntad.

Luis Mª Mendizábal, In Corde Iesu, p. 81

Comentarios

Entradas populares de este blog

Víspera de Corpus

Un Corazón que arde y abraza (V)

¿Por qué ofrecerles misas a los muertos?