Decíamos ayer...

Casi tres años, día por día, he permanecido mudo.
Tres años que, en mi cotidiano vivir, han supuesto una mudanza y una remuéveda grande de vida, a la que aún no me he hecho. El que no está hecho a bragas, las costuras le hacen llagas.

Pero estos tres años no han hecho vieja la entrada precedente... más aún: se confirman punto por punto que vivimos tiempos recios y, lo peor de todo, tiempos vacuos. Otro sínodo, otros papeles, otros rollos que sólo tienden a complacer al que redacta. Lo bueno de estos tiempos digitales es que no hay que comprarse otro documento pontificio: ¡lástima de bosques amazónicos!

¿Ha de ser la Iglesia plaza de mercado donde cualquiera pueda venir a vender su mercancía? ¿No hemos buscado en la Iglesia -quienes hemos buscado, o reconocido que no hay más que buscar- la estabilidad de la roca? ¿a qué estos vaivenes de navecilla que zozobra, como si no hubiera timonel, como si durmiera el capitán, como si no recordáramos el puerto?

Este blog es muy personal, no hay por qué negarlo. No es un acto de magisterio, ni siquiera de predicación. Es un diario público, para que el diálogo nos asiente, aunque no asintáis a todo lo que digo. Es un desahogo... pero sólo la oración nos libra de ahogarnos en la voracidad del mundo.

Recordad: "Yo he vencido al mundo".
Pues, ¡ea!

P.D. -  Prometo volver, con más alegría: la que Él me de. Él se la merece.

Comentarios

Entradas populares de este blog

Víspera de Corpus

Por qué no volverán

Un Corazón que arde y abraza (V)