Ánimas Benditas

De siempre, en mi familia, para cualquier cosa se recurre a las ánimas benditas.
Son cosas de mi casa y de mi pueblo, que lleva muy vivo eso de los muertos.

Y el caso es que hasta de forma sacrílega o burlona se le ha hecho devoción, como cuando antaño -yo nunca lo ví- hacían los devotos promesa de subir tantas noches al cementerio vestidos "de fantasma". Un horror en aquellas noches de invierno sin más luz que una triste bomilla cada dos esquinas.

Luego la modernidad impuso su ley, y la ley impuso moderación en un carnaval piadoso que de temor de Dios más bien tenía poco. Para frenar abusos de robos y rencillas, el alcalde paró en seco las "fantasmadas". Pero el pueblo de Dios, y curiosamente la juventud, que no es sino astilla del palo, seguía con la devoción de los difuntos, y aunque sólo fuera en junio, su lampadario de la parroquia estaba cuajado de lucecitas. Yo nunca recurrí a ellas para los exámenes, las pobres bastante tiene con el jucio partiular.

Pero esa mezcla de superstición y devoción está tan arraigada, que hasta las pandillas de amigos visitan el cementerio el día de los santos, cuando se queda abierto hasta las 12 de la noche, cuando la hermandad de las ánimas y la adoración nocturna suben al cementerio rezando el via crucis. Los muchachos no van rezando, es lo que tiene la primavera de la catequesis católica, pero al menos guardan silencio antes las sepulturas de sus antepasados. Ahí hay algo, no sólo huesos y memoria, pues el silencio es antesala de los sagrado.

Pero en esta cultura lacista y pagana de ahora está alejando de los cementerios a los chavales, a los niños de ahora. Antes lo visitabamos con un puñado de castañas en los bolsillos, -compradas a la entrada del camposanto- o de higos y nueces (bodas) para merendar al llegar a casa, metidos en el brasero. Eso ya no, porque le da miedo al niño. Al niño le gusta vestirse de demonio o de bruja, que es más divertido que conocer cuáles eran sus antepasados, dónde descansan sus abuelos, qué sabor tienen las castañas en una tarde amarilla y azul de noviembre.

En el fondo, el paganismo ha hecho de las ánimas benditas unos fantasmas atroces en vez de unas amigas entrañables. Ha vuelto extraña la propia familia, los amigos. Porque las ánimas no son tan desconocidas:
Entonces me acordé de dos amigas de mi hermana que habían muerto hacia poco.
-¿Está María de las Nieves en el cielo?
-"Sí, está"
-¿y Amelia? de 18 ó 20 años
-"Estará en el purgatorio hasta el fin del mundo"
Y aquellas espantadas de antaño, resquicios de paganismo eran, que ni los santos las practicaron ni los curas las predicaron. El miedo viene a ser el amo de estas noches, y para vencerlo se recurre a la burla, a la risa tonta, a la parodia. La fe católica nos enseñaba a mirar con amor a los difuntos, y a superar el dolor de su pérdida con esperanza, que es una alegría más duradera, aunque más melancólica, porque tiene los pies en la tierra y los ojos en el cielo. La celebración de Hallowen ya no hay quien la pare. Pero no viene mal de vez en cuando que la providencia disponga de cribas, que clarean manifiestamente dónde tiene el corazón cada uno: si en Dios o en el mundo. Así, los católicos tendremos más que sufrir, porque nos notaremos más.

Por lo pronto, a los niños en catequesis este mes se les hace rezar por los suyos, y ya son bastantes padres que, si en el cole se hace jalogüin, no llevan a los niños. El día de los santos es de fiesta, y el de los difuntos, de esperanza. El cielo nos espera a todos, pero antes, tendremos que pasar el jucio, y no nos vendrá mal una ayudita de los santos en esta preparación, esos que nosotros ayudamos a alcanzar el cielo con nuestras oraciones. ¡Benditas ánimas!

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