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Mostrando entradas de febrero, 2014

Un Papa Católico

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  24. Nosotros creemos que la misa que es celebrada por el sacerdote representando la persona de Cristo, en virtud de la potestad recibida por el sacramento del orden, y que es ofrecida por él en nombre de Cristo y de los miembros de su Cuerpo místico, es realmente el sacrificio del Calvario , que se hace sacramentalmente presente en nuestros altares. Nosotros creemos que, como el pan y el vino consagrados por el Señor en la última Cena se convirtieron en su cuerpo y su sangre, que en seguida iban a ser ofrecidos por nosotros en la cruz, así también el pan y el vino consagrados por el sacerdote se convierten en el cuerpo y la sangre de Cristo, sentado gloriosamente en los cielos; y creemos que la presencia misteriosa del Señor bajo la apariencia de aquellas cosas, que continúan apareciendo a nuestros sentidos de la misma manera que antes, es verdadera, real y sustancial.  Tomado del Credo del Pueblo de Dios , de Pablo VI El primer jueves de febrero, ante el Santísimo

Potaje sin sal

En mi pueblo, un insulto de los flohitohs es que te digan "potaje sin sal". Pobres los hipertensos que han de tener la paciencia de saborear las cosas como son, insípidas y sin gracia, hasta que al final se acostumbran, y claro, por fuerza dicen que les está bueno. Sí, claro, ya.... Un potaje sin sal es una guarrería, por muy acostumbrado que estés. La sal realza los sabores, los unifica y potencia, elevando la judía cocida a las más altas cotas de sabor, encumbrándola en el parnaso fogonil. Estamos muchos cristianos insípidos. Sosos, sin gracia de Dios ni humana ninguna. Y eso es malo. Porque si no tenemos sabor, si no realzamos el sabor de la vida, del mundo, de la creación y de la sociedad... somos un potaje sin sal. Pero hay algo peor: acostumbrarnos a un cristianismo sin sal, sin fuerza ni sabor, sin la pizca de sabrosura que da el tener gustos de cielo aquí en la tierra. Sin conservantes, ni colorantes, ni azúcares añadidos. Cero por ciento de sobrenaturalidad, no