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Mostrando entradas de febrero, 2012

Toda limpia

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Señor, si quieres, puedes limpiarme... ¡Quiero, queda limpio! Si sorprende la humildad del leproso, la respuesta parece más maravillosa aún, pues Cristo no se limita a dar lo que con tanta confianza se le pide, sino que él mismo ocupa el lugar que antes tenía el leproso: fuera del pueblo, donde prescribía la ley de Moisés que habían de estar los afectados de esa enfermedad. Perfecto en todo, asumió la carga de ser un proscrito de la ley. Tal y como habría de morir: fuera de la ciudad santa, para que nosotros tuviéramos acceso a la Jerusalén del Cielo. Cristo, limpieza del alma, no podía sino generar hermosura a su alrededor. Aquél pobre leproso encuentra la alegría, la paz y se reintegra en la comunidad del pueblo elegido por dejarle entrar en su corazón al Corazón de fuego, que todo lo ilumina, que todo lo sana... Brilla María, estrella de la nueva evangelización, como limpieza primorosa de Dios: en su mirar, en su Corazón, sus intenciones y sentimientos... Quiso el Eterno que

¿De verdad hace falta?

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Pues sí. Estoy firmemente convencido de que hace falta la devoción a san José. Esposo ejemplar, padre sufrido y tierno, trabajador honesto y excelente... ¿No hacen falta hoy, de verdad, hombres así? Yo creo que sí, y por eso hoy comenzamos en la parroquia los 7 domingos de san José. Es verdad que puede parecer anticuado, que el domingo tiene su importancia propia... todo lo que queráis. Pero   nos hace falta la protección de san José. Y él, hombre fiel y cabal, no dejará de lado lo que el Padre de Misericordia le encomendó a su cuidado: a Jesús, María... la Iglesia. Pídele con confianza: nunca me deja de escuchar. Pídele imposibles (más grandes aún, más: ¡ser santo!) Es buen profesional, y le gusta lucirse en sus trabajos. Nada del cielo le queda grande: ¡tuvo en sus manos al Rey de la gloria! Dile que te lo deje a ratos, sobre todo cuando vas a comulgar: él sabrá hacerte entregar a Él. ¡Viva San José, nuestro padre y señor!

Trasfigúrame, Señor, transfigúrame...

Eso que tan bonito rezamos el día 6 de agosto parece que no pega hoy, donde contemplar a Cristo radiante de gloria sólo es un anticipo, un caramelito para ir abriendo boca de lo que será la Pascua, y aguantar, fielmente, la deshonra de la cruz. Pero yo lo rezo, hoy y más días, pidiendo al Señor que este pobre sacerdote no se haga notar, sino que Le haga notar, le señale y le irradie por doquier (pedid comigo, Dios os pagará) Pedir que el Señor nos transfigure suena muy bonito, pero es un pelín arriesgado, sobre todo leyendo la primera lectura: un monte, un hijo, un sacrificio a la vista... ¿y cómo vendrá nuestra transfiguración? Pues como vino a Isaac, por la obediencia. Sí, esa virtud que no es sino hacer lo que te digan, lo que diga Dios, lo que diga la Iglesia, lo que diga tu obispo, lo que diga la rúbrica... A Isaac lo salvó in extremis la misericordia de Dios, que al fin y la cabo, es Padre. ¿Cómo dejar morir a un hijo inocente? El carnero sería la figura del verdadero sacrifi