Pastor como Dios manda


Pedro no se corta. Desde que el Señor le confirmó como pastor de sus ovejas, la gracia le sale por las orejas.

El día de Resurrección ya se le habían pasado todos los miedos con verle vivo a Él. Y en Pentecostés deja a los hermanos asistentes con el corazón en un puño... y bautizados. La escena que nos relata el evangelio de este domingo anda por esas fechas, donde Pedro y los demás apóstoles han dado comienzo a la Iglesia, agregando cada día cientos de almas (cinco mil, justo antes de echarles el guante) Eso a los judíos no les tenía que gustar, porque iban dinamitando la religión de sus padres, hasta tal punto que la dejarían en un tocón irreconocible. Lo que no sabían -o no creían, que es todo uno- es que de ese tocón iba a salir el arbol frondoso de la Santa Madre Iglesia.

En fin, que en esas batallas andan nuestros santos apóstoles, presos del sanedrín e interrogados por sus galopeos. Y Pedro no se corta: "pues ningún otro nombre nos ha sido dado bajo el cielo, entre los hombres, por el cual podamos ser salvos" Hch 4, 12

¡Aquí los ingenios apostólicos, las grandes empresas misionales, los muchos benefactores que andan benefaciendo por el universo mundo! ¿Qué hemos curado a un enfermo? Por Cristo ha sido. ¿Qué algo ha salido bueno de nuestras manos? No a nosotros, no a nosotros... sino a tu nombre da la gloria.

La valentía de san Pedro está en no callarse la obra que Cristo ha hecho. Y en señalar que la fuente de todo bien, el origen de todo está en el Señor. Y sin el Señor, no somos nada. Y la osadía -salto en el vacío sin red ni nada- es decir que no hay más Salvador que Cristo. ¡Cómo lo dijeras en Asís, Pedro... saldrías bien esquilado!

Tenemos que aprender a no separar el bien del Bien, porque entonces haremos mal. Que nuestro compromiso y nuestra solidaridad tengan en los labios un nombre: Jesús el Cristo, el Señor. Que no dividamos lo que Dios ha unido, y que todo nuestro empeño y nuestra sea en mostrar a Jesús, sin avergonzárnos ni intimidarnos las consecuencias.

Hay que pedirle al Señor que nos dé pastores así. Y los que somos pastores, aprendamos del mayoral a guiar a las ovejas a verdes prados con cayado sereno. A llevarlos hasta Cristo, por nuestro pan y con nuestras palabras. Por su Palabra y con su Pan

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