¡¡7 años!!


Los grandes acontecimientos los recordamos cuanto más pasa el tiempo, más por las mociones internas que por su objetividad específica. Hace siete años, cuando vivimos el vacío de la Silla de Pedro, servidor estaba en el Seminario, viviendo la primera sucesión en tan gran ministerio con mucho morbo y menos celo que le hubiera gustado al pasar de los días. Cada vez que había "fumata" volábamos de nuestras habitaciones a la sala de la televisión (teníamos licencia esos días para verla a deshora) y nos hacíamos mil conjeturas sobre quién sería el sucesor del gran papa Juan Pablo II.

El martes 19, por la tarde, ante el color dudoso del humo sixtino, no sabíamos si ir a por las campanillas (y las panderetas, una botella de anís... ¡qué algarabía!) o esperar un poco más. A más de uno le pilló cumpliendo su deber -estudiar- y se enteró por el jaleo que se armó, de vivas ad intra y del retumbar de las campanas de la basílica catedral, las carmelitas y otras torres de la villa que llegaba de fuera

Pero lo más emocionante, y a eso voy, es recordar cómo se trocó en mi alma un sentimiento de cierto rechazo (Ratzinger, un papa intelectual, no pastor... -qué estúpido jovenzuelo fui-) a la más tierna veneración cuando lo vi en el balcón de san Pedro. Ya no era el alemán del Santo Oficio... era nuestro Papa... y se iba a llamar Benedicto. ¡Benedicto! Qué raro se nos hizo oír por vez primera a día siguiente en la Misa su nombre junto a nuestro obispo., y a la vez, qué hermoso era escuchar que Dios no nos dejaba sólos.

Siete años después, hoy 24, de su estreno solemne, no puedo sino alegrarme de que Padre nos cuide tanto, que nos haya dado el Papa que nesitamos para vivir tiempos de martirio, para devolverle a la Iglesia un esplendor que sólo viene de Dios y para anunciar al mundo la verdad sin medianías, sin consensos ni capitulaciones. En definitiva, un Sumo Pontifice que nos habla de Dios, de la caridad, de la esperanza y de la fe que nos nutre para el cielo.

Ad multos annos!
¡Viva el Papa!
¡Viva Cristo Rey!

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P. D. Santo Padre, si leyera por arte de bibibirloque este post, que sepa que por ahí perdido en La Mancha hay un sacerdote que reza mucho por usted, ofrece algún que otro sacrificio y hace rezar a los niños y a los mayores por que no tenga miedo y huya ante los lobos. ¡Benedicto, Cristo cuenta contigo!

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