La vida oculta de la Virgen María

La comunión de la Virgen, de Alonso Cano

Meryem Anas, mamá María...

Acabo de leer por boletín electrónico un trozo de las revelaciones de la beata Catalina Emmerich y, sinceramente, no hay nada que me quite más la devoción que sus visiones y relatos: Presentar a María como una mística rarita, de débil constitución y traumatizada no ayuda a enfrentarse a la vida con sentido católico. E imaginarla como un ser esotérico, extravagante y anacrónico menos aún.

Sé que soy duro, pero a mí estas revelaciones que ahora nos están publicitando por múltiples medios me dejan con el corazón frío y la cabeza caliente, con muchas curiosidades y pocas resoluciones de amar más y mejor a Jesús como lo haría María. Para cuaresma empecé a leer "La amarga pasión de Cristo" con muy poco fruto.

Fac me Cruce inebriari!

Madre María... así ha quedado recordada la Virgen en Éfeso, donde según la tradición y las revelaciones de la beata Catalina -vale, tienen su misterio...- vivió y murió los últimos años. ¡Qué diferencia de sabor deja en la boca el nombre de "madre" de la tradición popular local a las aventuras místico-cósmicas de bávara! La vida oculta de María debió ser fruto de la Pascua y de Pentecostés, una explosión de alegría serena, de deseo de cielo, pero con los pies en la tierra. De ministerio callado y fecundo, vigilando y cuidando que a los apóstoles tampoco les faltara el vino, el de la fe y la esperanza que son una misma cosa en la alegría saberse de Cristo.

La Virgen santísima en Éfeso... me cuesta trabajo imaginar, no me gusta dar tantas alas a la "loca de la casa", pero la composición de lugar no puede ser muy diferente de como nos lo presenta el evangelio: llena de Dios, no destacó entre los hombres, sino entre los ángeles,... no asombró al mundo, sino ¡al cielo!... ¡Reina y Señora mía! ¡Qué será verte en el cielo!

Beata Ana Catalina, ruega por nosotros.