María y el Resucitado


No aparece en los evangelios, sería demasiado sentimental, pero la fe del pueblo no puede negar lo que el amor exige.
San Ignacio lo trae en sus Ejercicios, en el nº 299, con fina ironía argumentativa: Primero: apareció a la Virgen María, lo qual, aunque no se diga en la Escriptura, se tiene por dicho, en decir que aparesció a tantos otros; porque la Escriptura supone que tenemos entendimiento, como está escripto: (¿También vosotros estáis sin entendimiento?)


Una contemplación de los misterios de la Vida de Cristo no puede dejarse a la Madre al pie de la cruz, sin solución de continuidad, para saltar al Cenáculo pospascual. El sentido común nos ha hecho hasta inventar una procesión, un encuentro, que se repite año tras año, como queriendo grabar en la historia lo que sólo contemplaron los ángeles.
La imaginación no suele ser buena aliada en las cosas de la fe, porque nos puede despistar. El alma tiene sus vericuetos, y quiere explayarse, y lo hace, expandiendo el amor, no las particularidades.

María, que contemplas a Cristo resucitado, 
Estrella radiante que se ilumina con el sol de la mañana...
María resucitada, Virgen redimida, Madre de la Vida...
Lucero sin ocaso, rayar primero del día,
Hijo y Madre, alumbrad nuestros pasos
con la luz que el domingo trae...

¡Alegrémonos, que María tiene parte en la Resurrección como tuvo en el sacrificio de la Cruz!

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