Un Corazón que arde y abrasa (II)

"¡El corazón no es de quien lo rompe, sino de quien lo repara! Es decir, el corazón del joven es del Corazón de Cristo" (Mons. Munilla en CNPJ2012)

Es una buena cita para una meditación de primer viernes, ocupado este mes por la Conmemoración de los Fieles difuntos. De las heridas que tiene el corazón de todo hombre, sólo otra herida, mayor y más honda puede ser medicina y salud. Es herida es la del amor de Dios, que se duele de nuestra frialdad, de nuestro pasotismo, de las veces que vivimos ajenos a las palpitaciones, los impulsos de su amor.

Si Dios no fuera amor, no hablaríamos de que tiene corazón, y corazón vivo, que siente y padece (com-padece) con los que él ha creado, redimido y quiere salvar.

Una predicación kerigmática del Corazón de Cristo puede ser un camino de conversión y revitalización, digo.

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