Santos y difuntos

El alma de un pueblo se descubre ante el amor y la muerte. No recuerdo de quién es la frase, ni siquiera si es de alguien; pero estos días dan para pensar, en clave evangelizadora, cómo se vive la fiesta de todos los santos y la de difuntos.

De Jalogüin no voy a hablar. Este blog, aunque inconexo e infrecuente quiere ser todavía decoroso. Los niños han abrazado la doctrina trik or treat -predicada desde los púlpitos de la clase de Inglés del cole- con un fervor digno de cualquier talibán o abducido por secta milenarista, y eso sí da miedo. Pobrecillos.

El día de los Santos está muy bien donde está. Justo antes de contemplar que no sabemos morir -porque no sabemos vivir- y necesitamos de un último repaso (o purgatorio), la Iglesia nos invita a levantar la mirada al cielo, para que viendo la gloria de todos los santos, nos demos cuenta que el purgatorio sólo es una repesca, una última oportunidad que nadie debería necesitar. Todos tenemos que ser santos, por eso nos acordamos de los santos anónimo que, ójala, el Día de Mañana conoceremos por sus nombres y apellidos porque estaremos entre ellos.

Pero nos va el morbo. Y decimos la misa de los Santos en el cementerio (que tendrá una proporción no calculada de santos, seguro), y nos emocionamos hablando de lo bien que se lo pasan los difuntos en la gloria del Padre... y nos da vergüenza hablar de que necesitan un empujoncito, el del amor de Dios y nuestro cariño, para quizás -si no lo han hecho aún- llegar al cielo. Nos va el morbo, pero sin compromiso.

El día de los difuntos es muy peculiar. Ayer tuve ocasión de celebrar no tres, sino cuatro misas (¡benditas sustituciones!) y cada cual con la idisincrasia de la comunidad cristiana* celebrante. Dos misas en cementerio: la una, con cada fiel en su sepultura (sentado sobre ella, no dentro). Alguna hubo (fiela) que cambió hasta tres veces de tumba, eso sí, equitativamente distribuídas. La otra misa, con los fieles bien apiñados lejos del celebrante, con la consecuencia de tener que hablar más alto, MUCHO MÁS ALTO. La última misa, con muy poquita voz, en latín y con latinajos, absolución al túmulo y mucho empaque, que queremos ver un buen funeral sin que nos duela haber perdido a nadie.

Ayer yo a acabé muerto. A las 11 había cogido el sueño como un bendito, así que las consecuencias pastoralistas se las dejo extractar a los que no tuvieran ayer tanta zarandaja y escaparan menos agotados.

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* Comunidad cristiana: en la era de la secularización, dícese de al menos 5 personas que vienen a Misa, aunque no se conozcan. Para la definición en clave de nuevaevangelización veáse a don TEB.

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