Adorar como niños


Ayer tuvimos, como cada último domingo de mes, hora santa en la parroquia.
Durante el otoño-invierno-primavera la hacemos antes de Misa. Pero hace una calor que no se puede aguantar, así que ayer la dejamos para después, cuando el sol entra por los ventanales del evangelio y arrebata en llamas los pobres angelotes que hacen guardia al Espíritu Santo.

Como está la Virgen en la parroquia, la hora santa es un continuo ir y venir de gente a saludar a la Señora, a besarle las plantas (literal, una pilistra muy hermosa va a acabar fulminada) y a ingnorar al Ssmo. que está manifiesto, con toda la candelería y un hilillo de incienso que corta los rayos anaranjados de sol.
La gente le ignora porque van a algo más importante. Como aquel chiste:

Un albañil en lo alto de una bóveda repellando unas grietas rebeldes ve entrar a hacer la visita a la beata de número, enlutada y con arma -rosario- en ristre. Y muy guasón, decide 'quedarse' con la hermana:
- Enriqueta... Enriqueta... (ahuecando la voz)... ¡Soy Jesús!
Y la Enri, ensimismada, ignora al susodicho. Vuelta a la carga:
- Enriqueta... soy Jesucristo... Enriquetaaaaaa
Ni flores. Más enérgico:
- ¡Enriqueta! ¡Soy Cristo que te habla!
Enriqueta con muchas pulgas y peor leche le contesta:
-¡Cállate, que estoy hablando con tu madre!
Pero ayer un niño nos dio una catequesis a todos. La criaturica no tendrá más de dos años, y corría por el pasillo que daba gloria. Yo, desde la capilla de san Ildefonso, lo miraba sonriéndome y enfadándome (sí, a la vez) porque la madre y la abuela no decían nada. Pero a veces los niños parece que saben más que los mayores, o hay una intuición divina, o el ángel de la guarda trabajó a gusto ayer tarde. Al final de sus carreras, al pie del altar, le frenaba el comulgatorio. ¿Qué hacer ante ese monstruo de terciopelo y balaustres? Pues lo que no hacían los mayores: arrodillarse.

La estampa era para recordatorio de qué cosa es la adoración: quedarse mirando a la custodia, al Señor, con cara de ver miles de chuches. La boca abierta, los ojos más aún... las manos manos juntas...
Se levató y volvió a su madre, para inmediatamente después, volver a arrodillarse ante el Ssmo. Y así un buen rato, hasta que la madre le regaño en vez de imitarle.

Su Ángel de la Guarda promete. Yo ya le he encomendé para que de mayor haga lo mismo: llevar almas a Jesús, a que le adoren, a que se llenen de él, a que le amen y se dejen amar. Y para que le dejen seguir corriendo por la Iglesia, si al final va a terminar lanzándole besos a Jesús y a su Madre. Besos veloces


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