Fúnebres soliloquios (don Manuel González y porqué han de volver pronto)


Esta tarde he celebrado el septimo entierro de la semana.
No es para record, pero no estoy acostumbrado a que se me mueran tantos feligreses seguidos.
Más bien es para preocuparse por los que quedamos:
cumplimos con los hombres... llenazo en todas las exequias, pero con Dios...

En esas estaba, cavilando esta tarde cuando me he acordado de una anécdota divertidísima del beato don Manuel González, el obispo de los sagrarios abandonados, sobre "robar cadáveres". Seguro que la conocéis mejor que yo, pero para que no faltasen los auxilios espirituales a sus feligreses (y para que no arraigasen las prácticas ateas) era capaz de hacer cualquier cosa.

El caso es que yo me preguntaba que para qué servía tanto rito, tanta oración y tanta agua bendita si al final daba lo mismo, porque el muerto, alejado en vida de Dios, ¿qué le va a hacer el gori-gori de un cura?

En serio que me lo he preguntado.

Y me he asustado. Tanto, que no me he quitado la casulla y  echado a correr al sagrario a disciplinarme porque el coro acababa de entonar la aclamación al evangelio.

Así que, para penitencia pública, me he propuesto contarlo en el blog, aun cuando se sale del propósito original. Nuestra Señora, que es buena, lo comprenderá. Pero hay que pedir mucho, y leer más y rezar mucho más para que esto que tenemos en la Iglesia se vaya pasando, como los cólicos de virujis que se pillan sin saber como y sólo se pasan con dieta y paciencia.


La batalla no ha hecho sino comenzar. Y que nadie se sienta seguro.
Ójala vuelvan pronto, para que se disipen las nieblas modernistas. Digo.

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