A Dios rogando...

... y con coraje hablando.

Una cosa sí podría resumir la historia (que se pierde en leyendas medievales) de un benedictino hecho nuncio por el Romano Pontífice para poner a cada uno en su sitio en las nobles y antiguas tierras navarricas.

San Gregorio de la Berrueza, Ostiense o, como les gusta a mis monaguillos llamarle, de Ooostia (porque saben que no puedo regañarles, los muy bandidos) en el santo patrón campero anterior a que un labrador que hubiera llegado al cielo lo proclamara la Iglesia santo y patrón de los agricultores. Se sabe que está enterrado en Sorlada, Navarra, después de morir agotado y aclamado en Logroño, por donde estaba predicando y haciendo rogativas, el año 1034.

Curiosa forma de resolver conflictos diplomáticos -lindes de diócesis- la de hacer rogativas, pidiendo penitencia a los señores y monarcas. Curiosa lección que tenemos que aprender: valentía y caridad. Aquel monje que se había visto revestido de obispo para cumplir su misión tenía en la boca el ora et labora de su San Cosme y san Damián, y dejó en las tierras donde pasó un sabor a Dios que no se ha borrado mil años después.

Quiera nuestro buen Señor y su siervo Gregorio darnos esa misma fortaleza y visión sobrenatural. ¡Primero el Reino de Dios! Luego, todo se dará por añadidura... hasta espantar plagas de langostas.

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