Ya es doctor, y dos promesas incumplidas.


Ya es doctor. Parecía un sueño, pero al fín ha llegado. Tengo que reconocer que, en mis años de seminario, me hice fervoroso entusiasta de su doctorado, pero parecía tan lejos... sin embargo, ya ha pasado.

Dos cosas prometí y dos cosas he dejado de cumplir: ir a Roma, a ver y oír en directo al Santo Padre declarandole doctor, y quemar el jersey gris marengo de codos rozados.

Me explico. Lo de no ir a Roma tiene la culpa (o la suerte) que soy párroco múltiple. Hay que ver qué cosas, conforme están los tiempos, y yo pluriempleado... Me desayuné la proclamación en latín, y las 4 misas 4 del domingo estuvieron trufadas de nostalgia romana. Ains!

Lo del jersey sé que choca más. Tiene su origen en una fría mañana de febrero, mañana de cuatrimestrales en el seminario. La mañana se iba desperezando, pero yo no, aunque llevaba mi buena camiseta, camisa de franela y una chaqueta de lana. Sentía frío. ¿Un jersey grueso? Uf, me ahogo... ¿Jersey fino y chaqueta? Parecía razonable, pero sólo tenía por jersey de esas características uno gris, antiquísimo, que no sé de donde me vino, sin etiqueta alguna ni más seña de identidad que los codos gastados. Ni corto ni perezoso realicé la atrevida combinación, y me dispuse a tomar parte del café meridiano que era, casi como un acto comunitario, imposible de resistir entre clase y clase (o examen y examen, que era el caso)
Abro la puerta del comedor, doy tres pasos hacia el carrito de suculentas proposiciones y oigo a mis espaldas:

Uno de por allí - Ande vaaahs, con esha birriaherseis!
El que os lo cuenta - Niño, que toy muertesito de frío...
UdpA - Pero ponte algo desente...
EqolC - Quiá, queh'sque le tengo afisión.
UdpA - ¿No lo vah a tirahr?
EqolC - ¡Cuando shea doc-tor san Huan de Ávila, lo quemo!

Y ahí ha estado, de armario en armario, de maleta en maleta, hasta el jueves pasado que lo eché a lavar, y seguía tan birrioso como siempre, pero cómodo y gris, mirándome con ojitos de "no me tires, déjame para debajo de la sotana..."

Y he sido incapaz de tirarlo. Si aguanta una mudanza más, lo indulto.

P. S. El caso es que ya es doctor san Juan de Ávila. A ver si ahora, con cátedra tan alta, en vez de leerlo más, lo vamos a dejar más escondido...

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