Qué vergüenza
Decir que somos pecadores no es ninguna novedad. Es más, incluso a veces puede ser un escudo de más pecado: soberbia, vanidad, autocomplacencia... Quien se hace consciente de su pecado (en la medida en que la misericordia de Dios se lo permite para no sucumbir de espanto) responde con penitencia y humildad. A Nuestro Señor, que nos ha dado el inmenso don del sacerdocio, tenemos que pedirle todos los días, que nos convierta de una vez. Por eso es una verguenza leer esto: «Agradeceremos de corazón a Dios por estos 15 años de vida y de misión compartidos. Recemos muy especialmente por nuestro hermano y padre Fernando María que, durante todo este tiempo, ha demostrado la calidad de su vida y corazón, para que Dios lo bendiga y fortalezca en esta nueva etapa que le toca vivir » Yo no soy obispo ni lo quiero ser... pero esto no se le ocurre ni al que asó la manteca. Si uno cualquiera que no se haya enterado del asunto Bargalló lee esto, piensa que el cesado obispo ha sido trasladado a ...