¡Bendita seas Virgen María!






¡Cuántas imágenes tuyas son profanadas!
Nuestra fe católica nos enseña que las imágenes tuyas no son sino testimonios de tu misterio, flechas agudas para herir corazones, para levantar los ojos a lo alto, para buscarte en lo más hondo del corazón. No te ofedemos con eso más que si pecamos, porque entonces destruímos la verdadera imágen, la que Dios ha puesto de sí en nosotros.
Pero es doloroso, muy doloroso ver tu rostro así, destrozado, por el asfalto.
¿Cómo se dió lugar a esa foto? Quiero decir, ¿nadie te recogió, te dió mil beso y mil avemarías? Porque si lo que buscaban era una foto impactante de las revueltas, si se recrearon en fotografiarte así, destrozada, es tan sacrilegio como el que te arrojaran contra el suelo.

Leo que esa tu imágen no estaba en la iglesia, sino en las salas de catequesis. ¡Cuántos niños te habrán mirado cuando les hablaran de tí! ¡Cuántas madres te habrán contado sus penas, de madre a madre, sobre los hijos, sobre la vida! ¡Cuántas veces el cura te habrá buscado con los ojos del alma para que le ayudaras con los revoltosos!

¡Cuántos que habrán pasado por tu mirada te la habrán negado después!
Pero tu callas, y esperas, y sólo nos tratas con amor, con un amor infinito. Y si hablas es para pedir penitencia, para que no vayamos a peor. ¡Madre nuestra, déjanos consolarte! ¡Jesús, danos tu Corazón a María como la amas tu!

Comentarios

Entradas populares de este blog

Víspera de Corpus

Un Corazón que arde y abraza (V)

¿Por qué ofrecerles misas a los muertos?