Madre mía, como a Santiago...

danos hoy valor para ser verdaderos apóstoles de tu Hijo.
Danos la palabra justa, el arrojo preciso para no callar, y para callarnos. 
Para no callarnos la verdad de Dios, su Palabra poderosa. Y para callarnos ante los designios misteriosos de Padre que nos llevará por donde mejor sea. 
¡Ah María, Inmaculada guerrera! Que juntos luchemos por la victoria de Dios: 
la Cruz de Cristo sobre todas las cosas.


Hace ya 12 años de mi primera visita a Santiago de Compostela. Allí, en una etapa de cambios, no se me ocurrió pedirle otra cosa al Señor Santiago que "me diera un corazón de fuego para amar a Cristo y evangelizar el mundo". Locuras de niño. Y bromas de Dios, que me ha hecho sacerdote. Así, cuando celebro la Santa Misa de ese día, le pido gracia y le doy gracias. Gracia para que se haga verdad, no veleidad. Gracias le doy porque sé que sólo mis manos ya valen más que mi vida.

Y siempre que llega este día de Santiago, me gusta mirar a la Señora encima de su columna y pedirle firmeza para nuestra patria. Santiago Trueno y María Columna. El evangelio no es para blandos.

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