Potaje sin sal

En mi pueblo, un insulto de los flohitohs es que te digan "potaje sin sal". Pobres los hipertensos que han de tener la paciencia de saborear las cosas como son, insípidas y sin gracia, hasta que al final se acostumbran, y claro, por fuerza dicen que les está bueno. Sí, claro, ya.... Un potaje sin sal es una guarrería, por muy acostumbrado que estés. La sal realza los sabores, los unifica y potencia, elevando la judía cocida a las más altas cotas de sabor, encumbrándola en el parnaso fogonil.

Estamos muchos cristianos insípidos. Sosos, sin gracia de Dios ni humana ninguna. Y eso es malo. Porque si no tenemos sabor, si no realzamos el sabor de la vida, del mundo, de la creación y de la sociedad... somos un potaje sin sal.

Pero hay algo peor: acostumbrarnos a un cristianismo sin sal, sin fuerza ni sabor, sin la pizca de sabrosura que da el tener gustos de cielo aquí en la tierra. Sin conservantes, ni colorantes, ni azúcares añadidos. Cero por ciento de sobrenaturalidad, no sea que nos haga leves y sencillos, y nos de por elevarnos, por subir de categoría, por ascender y arrastrar tras nosotros a nuestros semejantes. No sea que queramos ir al cielo.

Todo esto sin hablar de las propiedades de la sal en las heridas. Mejor dejarlo estar, porque escuece.

P. S. Una cosa así es lo que he predicado a las 19:00 y 20:00. Dios me perdone. Mañana hablaré de la luz, según mis pocas luces.

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