Primer sábado de este blog

¡Ave María!

Como cada sábado, el corazón se nos va con Ella desde las primeras horas...
Madre, en esta mañana, te pongo mi corazón en tu Corazón, para que, como siempre estás presentándoselo a Jesús, al ir escondido el mío en el tuyo, lo acepte como ofrenda agradable. Yo soy tan pobre, ¡Madre, llévame a Jesús!

Los misterios de gozo nos ayudan a meternos en los años más tiernos de la Redención, y nos muestran la perplejidad de Dios: una virgen-madre, una abuela-madre, un Dios-cuevero, unos inocentes-culpables y un niño-sabio. ¡Dios puede aparecer por donde menos te lo esperas! Y a Él le gusta esconderse, pasar desapercibido, como en el sagrario: toda la gloria de Dios, sin trompetas ni resplandores, callado y paciente.
Los misterios de gozo de verdad que son un gozo: si no se te esponja el corazón viendo a Jesús niño y a María, y a José, y la alegría de Isabel, y la sorpresa de los pastores, y la curiosidad de los doctores... ¡tendrás que rezarlos muchos sábados (y lunes más)!

Venga, vamos a rezar el rosario... yo lo haré esta tarde, justo antes de Misa... me uno al tuyo, que rezarás cuando puedas, hasta a trompicones, y al de aquel, que lo reza desde la cama del hospital, y al de la religiosa y al de el niño, y...

Dios te salve, María...

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