Mozarabía

A las puertas de Europa se agolpan los bárbaros.
No es despectivo, es que su lengua nos suena, igual que entonces, como un barbarbar...
Pero son los bárbaros -a los que no entendemos, ni nos entienden- lo que transformarán esta podrida Europa. Como entonces, a la caida del Imperio.
Como ahora, que se nos está hundiendo el Imperio.

La civilización que engendraron Grecia y Roma, y que la Iglesia de Cristo nutrió e hizo fecunda, se pudre.
La estamos dinamitando con cargas explosivas que fingimos inocuas: aborto, antimatrimonio, hedonismo y materilidad. Placer fútil, carne de sepultura. Carne podrida.

Para colmo, la Iglesia, bebiendo los vientos de la modernidad, el aire del mundo, el aggiornamiento, se envenena con su propio vómito: el cisma es real, sólo falta que se manifieste, que abiertamente se enfrenten las partes.

Todo parece razón de deseperanza, pero hay un número, y no es el de la bestia, que le da a todo sentido:
675

Ánimo, cobrad fuerzas. Dios nos tiene guardados para la última de las batallas.
¡Tomad las armas!
Deus vult!

Los que aún perseveren, no tienen más remedio que estar firmes, en medio del mundo. Y eso sólo se consigue, cuando no vives en el mundo, cuando no eres del mundo. Nuestra vida está escondida, con Cristo, en Dios.

Quizá sea la hora de empezar a desaparecer, de escondernos, de huír adentro, al desierto.

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