Advieniat!

Ver a los operarios del ayuntamiento condal retirar el busto de don Juan Carlos es triste, muy triste. No presagia nada bueno.
Son odios y venganzas, irracionales, de chiquillos, que se pagarán caro.
Bolas de nieve que se echan a rodar y arrollan, descontroladamente, lo que encuentran a su paso.
¡Oh, qué desdichados somos! ¿cómo no lo vimos venir?

Pero la piedra cayó mucho antes.
Lleva rodando mucho, arrasando mucho.
El empujon lo dieron -lo dimos- cuando quitamos a Dios su lugar en la sociedad.
Después sólo tendrán que caer las cosas por su propio peso.
Después será el llanto y rechinar de dientes.

Después, más después, será el triunfo de Cristo.
El triunfo del Corazón Inmaculado de María.
No vendrá por los estandartes levantados en honor a la Cruz,
sino por la Cruz y su ignominia, por la cruz y el martirio.
Como siempre, como hace no tanto tiempo.
Sólo que a ver, si esta vez, es la definitiva,
y vuelve Cristo para reinar in saecula.

Adveniat!


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