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Mostrando entradas de abril, 2014

De por qué la Pascua es tiempo de alegría

Oscuridad plena. Bueno, la que se puede conseguir, porque las señales de emergencia no hay quien las dome. Monaguillos que corretean trayendo cosas, tropiezan con el braseo, se achuchan el incensario. Un cura nervioso, porque las iglesias a oscuras le ponen nervioso. Oremos , dice. Y oramos. Y de pronto la luz. Es una luz tímida, que aún no tiene fuerza porque no quema más que un poco de pábilo encerado. Pero suficiente como para encandilar los ojos y que la feligresía toda, vuelta hacia las cancelas de la iglesia, solo se fije en esa lucecita. Según se va signando y adornando de granos de incienso, la luz crece. Aún crece más, cuando el sacerdote, con toda la solemnidad que reviste la ocasión, levanta el cirio por encima de la cabeza y entona: ¡Luz de Cristo! . El incienso, en bocanadas, es atraído por la llama del cirio florido que se comienza a derramar por todo el templo, haciendo de la oscuridad, constelación. Unas hábiles marías se acercan primeras al cirio, como primeras