Ya huele a resurrección...
De muy chico, la Semana Santa de verdad era hasta el Sábado Santo, cuando por la tarde, la Soledad recorría de luto las calles de mi pueblo bañada por un sol tibio que caía de frente al palio de la Virgen. El domingo era el día triste. Todo se acababa, vuelta al colegio, al la vida normal. Y cuando inventaron esa semana de vacaciones extra, no hizo sino aumentar la congoja al ver la desolación cotidiana de unas calles que ya no eran de Cristo paciente y Rendentor. Sin embargo, la edad del seminario me fue haciendo descubrir el domingo de Pascua con toda su hermosura. Lo que no imaginaría nunca era desear con tanto ardor que llegue esa víspera de domingo, la más hermosa, la auténtica, la que se abre en la oscuridad con la luz del cirio y el canto del exultet . La Semana Santa tiene una riqueza difícil de compendiar, y crea un universo tan personal de imágenes y recuerdos, que no hay una, sino cientos, como almas que la hacen suya, que meten en su corazón los pasos de la Pasión d